miércoles, abril 09, 2008

Entrañada

Me gusta la entraña solita, a punto y con mucha sal. ¿Pero de dónde viene la entraña? ¿Qué parte de la vaca será? Pienso en la expresión que se usa para definir algo que sale de muy adentro: desde mis entrañas. ¿Escribo desde mis entrañas? ¿Hablo realmente desde ahí? Ese lugar al que llego cuando yo quiere estar sola con yo, y devorarse de a poquito, con mucha sal, lonjas finas que largan sangre, chorrean, escupen un verbo que generalmente no quiero oír. No puedo. Pero el alma sigue, el alma actúa, más allá de la carne, de la razón, que se vuelve perezosa y no quiere decir, no quiere escribir. El Verbo. Y Dios se me aparece inevitablemente: así, con mayúscula en la D, para que quede bien clarita mi Devoción, mi Salvación, mi entrega absoluta de la carne que todavía no tengo, la carne de mis entrañas a la que no llego, Cordera de dios, correa, que me ata las manos y enlaza sin fin, otra vez, la boca y los pies, unidos en dios, de a dos. ¿Y me crees cuando te digo que estamos sumergidos en la idea de algo más cotidianamente? Hacemos que no, el silbido, la mirada de costado, distraída la testa que se mueve en una pendular negativa. Obviamos la creencia, la odiamos, ¿quién la inventó? El excepticismo de la historia del lenguaje, inconscientes transformaciones y repeticiones que nos siguen como fantasmas, sin antes ni después. ¿Me crees si te digo que está todo metido en la cabeza? Un microchip que viene de la entraña más interna, más profunda de la vida: ser carne más allá del tiempo. Y la razón que busca el verbo todavía.